sábado, 27 de julio de 2013

El Via Crucis hizo visible lo que el mundo quiere ocultar




El Via Crucis hizo visible lo que el mundo quiere ocultar

Francisco en Copacabana:«¿Quieres ser como Pilato, sin la valentía de ir contracorriente?»


Pasadas 24 horas después de predicar la "revolución de la fe" en la playa de Copacabana, el Papa Francisco volvió a reunirse allí con cientos de miles de jóvenes para pedirles ir "contracorriente". 

Porque la alternativa, señaló, es la tibieza. De nuevo, fue cuando se pasó al español, cuando improvisó exhortaciones que ampliaban el texto oficial de su meditación del Via Crucis. Así, interpeló con pasión a los jóvenes con una frase que no salía en el discurso oficial: "¿Quieres ser como Pilato, la sin valentía de ir contracorriente? ¿Eres de los que se lavan las manos y miran a otro lado?"

Hacer visible lo que otros ocultan
Un leit-motiv del pontificado de Francisco y de este viaje a Brasil es hacer visible lo que el mundo tiende a ocultar. Por eso ha insistido, por ejemplo, en el tema del cuidado a los ancianos, cuyo maltrato -extendidísimo en España, más que el femenino- apenas aparece en el radar social. El Via Crucis del viernes por la noche en Copacabana buscaba dar esa visibilidad. 

También buscaba "santificar" la playa de Copacabana, el lugar más corporal, hedonista, vanidoso de Río, que a su vez es la ciudad más descreída y arreligiosa de Brasil. 

Huevos a Santa Clara: dejó de llover
Según Globonews TV, después de tres días de lluvia, el prefecto de la ciudad, Eduardo Paes, cumplió con una petición del Papa: envió una cesta de huevos a los pies de Santa Clara, costumbre que también existe en España para rogar buen tiempo en ocasiones importantes. 

Y la santa cumplió: el viernes fue día sin lluvia, e incluso hubo sol en la playa, y muchos peregrinos y peregrinas, en biquini y bañador, se mojaron en las aguas del Atlántico. 

Pero la noche era ya más fresca, y el ánimo más espiritual. Los jóvenes cristianos convirtieron la frívola Copacabana en la mismísima Vida Dolorosa, y cada estación del Via Crucis representaba una etapa del Via Crucis que hoy recorren los peregrinos cuando van a Jerusalén. 



Un via crucis especial
Los textos de las meditaciones estuvieron a cargo de los misioneros dehonianos P. Zezinho y P. Joaozinho, ligados a la Renovación Carismática, autores de canciones que utilizan los jóvenes en todo Brasil (hablábamos de ellos en este artículo de ReL sobre curas que venden miles de libros y discos). Entre las estaciones, sonaban temas de autores barrocos, pero con ritmos y arreglos modernos.

Cada estación contaba con una lectura bíblica recitada de memoria por un actor (a veces, profecías del Antiguo Testamento sobre el Mesías sufriente), y un testimonio muy breve a cargo de otra persona. La cruz avanzaba de estación en estación precedida por una nube de incensarios, y seguida de cien oficiales de marina y docenas de jóvenes arropados en las banderas de numerosos países. 

1ª Estación: Jesús condenado a muerte - Testimonio de un misionero, sobre el morir a uno mismo.

2ª Estación: Jesús con la Cruz a cuestas - Personajes cargando sus pequeñas cruces; testimonio de un converso, llamado a tomar la cruz en la vida

3ª Estación: Jesús cae por primera vez - El pueblo brasileño le observa, con un estandarte de una Virgen rusa, de estilo odiguitria (que señala al Niño con la mano). El testimonio lo dio una voluntaria en un servicio de ayuda a toxicómanos. 

4ª Estación: Jesús se encuentra con su Madre - Una embarazada pide defender la vida desde la concepción; "nosotras las mujeres tenemos esa vocación de defender la vida" y recuerda el Cántico de María, que dice que Dios "derroca a los poderosos".

5ª Estación: Simón de Cirene ayuda a llevar la Cruz... un seminarista expresa su deseo de ser también él cireneo y ver luz en la cruz. 

6ª Estación: La Verónica enjuaga el rostro de Cristo. Sobre un candelabro hebraico, se despliega el rostro de Cristo según la Sindone de Turín. Una consagrada habla de su trabajo con prostitutas, enfermos, emigrantes... "Tu faz se queda en el paño de mi solidaridad", dice al Cristo.

7ª Estación: Jesús cae por segunda vez. Unos obreros de la construcción, primero muy atareados, dejan de trabajar. Una pareja de novios lo explican: su amor no puede construirse sobre pasiones pasajeras, sino sobre el amor real y comprometido. "Cada elección implica una renuncia", advierten, "y si caemos, Señor, haz que nos levantemos y no nos alejemos". 

8ª Estación: Las hijas de Jerusalén lloran por Cristo. Una mujer ofrece una receta: en el dolor, mejor que hablar sobre Dios, es hablar con Dios...

9ª Estación: Tercera caída de Jesús. Motoristas con casco... y personas en sillas de ruedas. Pero el tema del testimonio son las distracciones y vanidades intelectuales que debilitan la fe. Como respuesta, un hecho: "el ansia de amor que tengo es tan grande, que nada en el mundo la puede llenar". Porque ese ansia responde a una realidad, pero no de este mundo, sino de la vida eterna.

10ª Estación: Jesús, despojado de sus vestiduras. Por primera vez en el Via Crucis, un actor escenifica a Cristo, un Cristo tambaleante y ensangrentado, en una subida agónica... Después de 9 estaciones, resulta emocionante y duro. El tema es algo desconcertante: la dependencia de las redes sociales, la adicción a la tecnología, a lo virtual, "una dispersión que roba identidad al joven". 

11ª Estación: Jesús es clavado a la Cruz. Y lo escenifican hombres perfectamente trajeados ante un Muro de las Lamentaciones, sin clavos ni leños. Da testimonio un chico que ha vivido la cárcel pero dice que es peor la prisión invisible de no conocer a Dios (algo que también ha vivido). Dios, insiste, también ama al pecador.

12ª Estación: Jesús muere. Si Dios es tan frágil que puede morir... en un hospital, enfermos de blanco, y de fondo, el cielo, la eternidad. "En el Calvario de los enfermos terminales gustamos el sabor de la eternidad", explica el testimonio. 

13ª Estación: El Descendimiento de la Cruz. Una Pietá de Miguel Ángel... y silencio. Hablan con gestos coreografiados un grupo de jóvenes sordos. Cuando el discurso es insuficiente y las palabras inútiles, la respuesta es la que da María: el silencio junto a Dios...

14ª Estación: Jesús es sepultado. La Cruz de los Jóvenes acaba su procesión ante el Papa. Una joven llama a anunciar lo sucedido con "una Nueva Evangelización".



Pero esa Cruz de los Jóvenes, que recorrió los países del antiguo Bloque del Este, que ha estado en países musulmanes, budistas, regímenes ateos... en los pueblos más pobres y los enclaves opulentos, ha recorrido también Brasil durante 2 años. "¿Qué habéis dejado en la cruz, y qué os ha dejado ella?", pregunta el Papa a los jóvenes brasileños. 

El Papa insiste: "¡Jesús recorre nuestras calles y carga nuestros miedos!" Recuerda la muerte de más de 250 jóvenes en una fiesta en Brasil en enero, en la ciudad de Santa Marta. También eso lo lleva Cristo. "La Cruz nos deja la certeza del Amor de Dios", señala. Y repite dos veces las palabras con las que Juan Pablo II entregó la cruz a los jóvenes: "Anunciad que sólo en Cristo Muerto y Resucitado se encuentra la Salvación".

Predicó mucho en español
Tres cuartos de la predicación la hizo el Papa en español, ganando mucho en viveza. Después de un Padrenuestro cantado en latín y de la bendición final, Francisco, que había venido en papamóvil besando niños, se retiró en un pequeño Fiat. Muchos jóvenes se quedaron unas horas para el concierto de distintos grupos. Pero no toda la noche. 

Ni siquiera la noche del sábado podrán dormir en Copacabana, no es algo que estuviera previsto, ya que la noche al raso se había diseñado en otra localidad, inutilizada por las lluvias. 

Discurso del Santo Padre durante el Vía Crucis 
(versión oficial, sin sus improvisaciones) 
Queridísimos jóvenes

Hemos venido hoy aquí para acompañar a Jesús a lo largo de su camino de dolor y de amor, el camino de la Cruz, que es uno de los momentos fuertes de la Jornada Mundial de la Juventud. Al concluir el Año Santo de la Redención, el beato Juan Pablo II quiso confiarles a ustedes, jóvenes, la Cruz diciéndoles: “Llévenla por el mundo como signo del amor de Jesús a la humanidad, y anuncien a todos que sólo en Cristo muerto y resucitado hay salvación y redención” (Palabras al entregar la cruz del Año Santo a los jóvenes, 22 de abril de 1984: Insegnamenti VII,1 (1984), 1105). 

Desde entonces, la Cruz ha recorrido todos los continentes y ha atravesado los más variados mundos de la existencia humana, quedando como impregnada de las situaciones vitales de tantos jóvenes que la han visto y la han llevado. Nadie puede tocar la Cruz de Jesús sin dejar en ella algo de sí mismo y sin llevar consigo algo de la cruz de Jesús a la propia vida. Esta tarde, acompañando al Señor, me gustaría que resonasen en sus corazones tres preguntas: ¿Qué han dejado ustedes en la Cruz, queridos jóvenes de Brasil, en estos dos años en los que ha recorrido su inmenso país? Y ¿qué ha dejado la Cruz en cada uno de ustedes? Y, finalmente, ¿qué nos enseña para nuestra vida esta Cruz?

1. Una antigua tradición de la Iglesia de Roma cuenta que el apóstol Pedro, saliendo de la ciudad para huir de la persecución de Nerón, vio que Jesús caminaba en dirección contraria y enseguida le preguntó: “Señor, ¿adónde vas?”. La respuesta de Jesús fue: “Voy a Roma para ser crucificado de nuevo”. En aquel momento, Pedro comprendió que tenía que seguir al Señor con valentía, hasta el final, pero entendió sobre todo que nunca estaba solo en el camino; con él estaba siempre aquel Jesús que lo había amado hasta morir en la Cruz. Miren, Jesús con su Cruz recorre nuestras calles para cargar con nuestros miedos, nuestros problemas, nuestros sufrimientos, también los más profundos.

Con la Cruz, Jesús se une al silencio de las víctimas de la violencia, que no pueden ya gritar, sobre todo los inocentes y los indefensos; con ella, Jesús se une a las familias que se encuentran en dificultad, que lloran la pérdida de sus hijos, o que sufren al verlos víctimas de paraísos artificiales como la droga; con ella, Jesús se une a todas las personas que sufren hambre en un mundo que cada día tira toneladas de alimentos; con ella, Jesús se une a quien es perseguido por su religión, por sus ideas, o simplemente por el color de su piel; en ella, Jesús se une a tantos jóvenes que han perdido su confianza en las instituciones políticas porque ven egoísmo y corrupción, o que han perdido su fe en la Iglesia, e incluso en Dios, por la incoherencia de los cristianos y de los ministros del Evangelio. En la Cruz de Cristo está el sufrimiento, el pecado del hombre, también el nuestro, y Él acoge todo con los brazos abiertos, carga sobre su espalda nuestras cruces y nos dice: ¡Ánimo! No la llevas tú solo. Yo la llevo contigo y yo he vencido a la muerte y he venido a darte esperanza, a darte vida (cf. Jn 3,16).

2. Y así podemos responder a la segunda pregunta: ¿Qué ha dejado la Cruz en los que la han visto, en los que la han tocado? ¿Qué deja en cada uno de nosotros? Deja un bien que nadie más nos puede dar: la certeza del amor indefectible de Dios por nosotros. Un amor tan grande que entra en nuestro pecado y lo perdona, entra en nuestro sufrimiento y nos da fuerza para sobrellevarlo, entra también en la muerte para vencerla y salvarnos. En la Cruz de Cristo está todo el amor de Dios, su inmensa misericordia. Y es un amor del que podemos fiarnos, en el que podemos creer. Queridos jóvenes, fiémonos de Jesús, confiemos totalmente en Él (cf. Lumen fidei, 16). Sólo en Cristo muerto y resucitado encontramos salvación y redención. Con Él, el mal, el sufrimiento y la muerte no tienen la última palabra, porque Él nos da esperanza y vida: ha transformado la Cruz de instrumento de odio, de derrota, de muerte, en signo de amor, de victoria y de vida.



El primer nombre de Brasil fue precisamente “Terra de Santa Cruz”. La Cruz de Cristo fue plantada no sólo en la playa hace más de cinco siglos, sino también en la historia, en el corazón y en la vida del pueblo brasileño, y en muchos otros. A Cristo que sufre lo sentimos cercano, uno de nosotros que comparte nuestro camino hasta el final. No hay en nuestra vida cruz, pequeña o grande, que el Señor no comparta con nosotros.

3. Pero la Cruz nos invita también a dejarnos contagiar por este amor, nos enseña así a mirar siempre al otro con misericordia y amor, sobre todo a quien sufre, a quien tiene necesidad de ayuda, a quien espera una palabra, un gesto, y a salir de nosotros mismos para ir a su encuentro y tenderles la mano. Muchos rostros han acompañado a Jesús en su camino al Calvario: Pilato, el Cireneo, María, las mujeres… También nosotros podemos ser para los demás como Pilato, que no tiene la valentía de ir contracorriente para salvar la vida de Jesús y se lava las manos. Queridos amigos, la Cruz de Cristo nos enseña a ser como el Cireneo, que ayuda a Jesús a llevar aquel madero pesado, como María y las otras mujeres, que no tienen miedo de acompañar a Jesús hasta el final, con amor, con ternura. Y tú, ¿como quién eres? ¿Como Pilato, como el Cireneo, como María?

Queridos jóvenes, llevemos nuestras alegrías, nuestros sufrimientos, nuestros fracasos a la Cruz de Cristo; encontraremos un Corazón abierto que nos comprende, nos perdona, nos ama y nos pide llevar este mismo amor a nuestra vida, amar a cada hermano o hermana nuestra con ese mismo amor. Que así sea.

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