viernes, 30 de diciembre de 2016

La conversión de Roy Schoeman: judío ateo a católico


La conversión de Roy Schoeman: judío ateo a católico


Roy Schoeman era un ateo, hijo de sobrevivientes del holocausto, que tuvo una conversión milagrosa, a los 30 años, cuando era profesor de la Escuela de Negocios de Harvard. Esta es mi traducción de la historia que él mismo publica en su sitio web Salvation is from the Jews:

Mis padres eran judíos observantes en Europa, que huyeron a los EUA para escapar del Holocausto. Fui criado como un judío “conservador", y era bastante pío por naturaleza y muy entusiasta en la instrucción religiosa que recibí y las actividades religiosas en las que participé. Asistí al programa de educación religiosa de la escuela vespertina judía en mi sinagoga ("Hebrew School") durante toda la escuela secundaria. Era muy cercano a mi rabino y a varios de los seminaristas que eran mis profesores en la Hebrew School. Como si fuera providencial, el rabino de mi pueblo natal era Arthur Hertzberg. Uno de los más destacados rabinos en los EUA, fue presidente del Congreso Judío Americano, consejero de varios presidentes, y escribió un número de libros best seller sobre judaísmo e historia judía. Mi profesor favorito de la Hebrew School, con quien era particularmente cercano, también se convirtió en un rabino prominente que más tarde encabezó el seminario rabínico judío más grande en los EUA.

Al crecer, yo era inusualmente devoto y apasionado acerca de Dios y el judaísmo, aunque el contexto suburbano y conservador en que estaba realmente no aportaba a una vida de piedad, fe y oración. En mi último año de secundaria conocía un muy carismático rabino jasídico místico (Shlomo Carlebach) que solía recorrer el país dando “conciertos", que eran realmente encuentros de oración sobre los cuales él presidía, tocando guitarra y cantando canciones jasídicas de adoración, mezclado con relatos religiosos y enseñanzas. Tenía un gran número de seguidores entre los hippies judíos y estudiantes universitarios. Empecé a seguirlo y pasé el verano siguiente viajando en su séquito. Quería vivir mi vida para Dios y con Dios, y mientras estuve en Israel consideré abandonar mis planes de ir al M.I.T. y permanecer en Israel, estudiando en una de las yeshivá de Jerusalén (que son escuelas donde jóvenes dedican su tiempo a la oración y el estudio religioso, lo más cercano que el judaísmo tiene a la vida religiosa). Pero me decepcioné por cierta esterilidad y frialdad que vi en ellos, y que no reflejaban una verdadera intimidad con Dios.

Así regresé a los EUA e ingresé al M.I.T. Me sentía muy perdido, porque cualquier cosa que no tuviera a Dios como su centro parecía no tener sentido o significado, pero no había nada que yo pudiera “hacer” que sí tuviera a Dios en su centro. El ex profesor de escuela hebrea con quien era cercano también se había mudado a Boston, donde inició una especie de comuna/seminario judío contra cultural y de orientación hippie. Durante mis primeras semanas en el M.I.T. consideré abandonar, pero él me aconsejó permanecer, y lo hice, pasando la mayor parte de mi tiempo libre en su comuna/seminario.

Aunque intenté mantener mi orientación religiosa, había una falla fatal en ella que pronto me alejó. No entendía la relación entre religión y moral, en particular la moral sexual. Así que pronto mi religiosidad se mezcló con la cultura de drogas y “amor libre” que era rampante, y pronto degeneró en la inmoral y vaga “espiritualidad” hippie de la época. Mi sed de Dios se satisfizo, por mucho tiempo, con las falsas consolaciones y espiritualidad ilusoria de ese ambiente.

Por los próximos quince años, viví mi vida en una tremenda tensión interna. Tenía un anhelo de significado trascendente, y una negativa a renunciar a ese anhelo por más que un breve periodo, pero no tenía conocimiento acerca de para qué era realmente ese anhelo, y por lo mismo ninguna idea de la dirección en que debía ir. Puesto que la vida de un ingeniero convencional en los EUA no tiene “significado", me mudé a Dinamarca, porque senté, en la profunda relación que los daneses tienen con la vida y la familia, un significado espiritual mayor, pero una vez allí esa no era mi verdadera vida, así que regresé. Por unos pocos años luego de mi regreso, mientras trabajaba como programador, viví para el montañismo, con la emoción y sentido del peligro y logros que producía, proporcionando una anestesia para mí sed de significado. En 1978 volvía a la Escuela de Negocios de Harvard por un M.B.A., pero los sentimientos pasajeros de éxito que eso produjo no aplacaron mi desesperación por verdadero significado, por mucho tiempo. Todo lo que intentaba, sea un cambio de carrera, o una relación romántica, sólo producía una ilusión momentánea de propósito que pronto desaparecía, dejándome con la desesperada sensación de que debía haber algo más. Por eso es que nunca me asenté en un carrero, o me casé.

En la Harvard Bussines School me fue extraordinariamente bien, ganando la mayoría de los premios disponibles en mi clase, y graduándome dentro de los pocos con “Alta Distinción". Poco después de la graduación, me invitaron a unirme a la facultad, y lo hice, enseñando el curso sobre marketing en el programa del M.B.A. Pero incluso el éxito de ser un profesor de la Escuela de Negocios de Harvard, y uno muy popular, a los 30 años de edad, no mermaron mi sensación de falta de sentido. Me encantaba enseñar y los estudiantes, pero no encontré mucho interés en el asunto miso. Luego de enseñar en Harvard, me ofrecieron apoyarme (muy generosamente) mientras completaba un doctorado para que pudiera calificar para numerario en la universidad, pero una vez que hacía mi disertación, mi falta de genuino interés me alcanzó y volví a la consultoría.

Fue por esta época que me involucré con mi última “falsa consolación", mi última falsa dirección para otorgar significado a mi vida. Desde niño, había sido un esquiador entusiasta, pero lo dejé después de partir a la universidad. Ahora lo retomé con nuevos bríos, apoyándome con la consultoría mientras pasaba la mayor parte de cada invierno esquiando en los Alpes. Mejoré mucho, y mis compañeros en los Alpes eran todos esquiadores profesionales, de circuito, aspirantes olimpicos, etc. POr unos pocos años, viví para esquiar, encontrando bastante consuelo en la emoción física, la velocidad, la estética, el sentido de logro, la camaradería, para moderar la sed de significado en mi vida.

Por supuesto, Dios estaba usando todo en mi vida para atraerme a Él, y pronto daría fruto. Fue cuando estaba en la espectacular belleza natural de los Alpes que volví a ser consciente de la existencia de Dios por primera vez desde la universidad. Recuerdo la escena – Estaba arriba en la montaña, todavía muy por encima de la línea de árboles, poco después de la puesta de sol, con el cielo brillando con un suave rojo y la nieve y el granito, brillando azul en el ocaso. Mi corazón se abrió con gratitud, y supe que tal belleza había sido creada por Dios. Vale la pena señalar que el área de Austria en la que estaba todavía era profunda y piadosamente católica, con hermosos crucifijos en todas partes, tanto dentro de las casas, hoteles y restaurantes, como a lo largo de caminos y senderos. Incluso en el pueblo de ski, la Iglesia estaba llena para la misa dominical. (De hecho en el hostal donde me quedaba, un crucifijo de madera colgaba sobre mi cama. Cada tarde cuando volvía a la habitación lo quitaba y lo ponía en un cajón ¡no quería dormir bajo una cruz! y al día siguiente encontraba que había sido vuelto a colgar sobre la cama, por la devota y anciana mujer en cuya casa me estaba quedando.

Al cabo de unos pocos años de vivir para el ski, eso también comenzó a aburrirme, y me puse más y más abatido. El único consuelo que podía encontrar era pasar el tiempo solo en la naturaleza. intentando recapturar el consuelo que había sentido en los Alpes. Durante la primavera de 1987 tomé unos días libres y fui a Cape Cod para pasar el tiempo en la naturaleza. Estaba caminando temprano en la mañana, en los bosques justo al volver de la playa, cuando Dios intervino, dramática y claramente, en mi vida para devolverme y ponerme en el camino correcto. Mientras caminaba, perdido en mis pensamientos, me encontré en la presencia inmediata de Dios. Fue como si “cayera en el Cielo". Todo cambió de un momento a otro, pero de una forma suave y sutil de modo que yo no estuve consciente de ninguna discontinuidad. Me sentí en la presencia inmediata de Dios. Estaba consciente de su infinita exaltación, y de Su infinito y personal amor por mí. Vi mi vida como si estuviera observándola después de morir, en Su presencia, y podía ver todo con lo que sería feliz y todo lo que desearía haber hecho diferente. Vi que cada acción que había hecho alguna vez importaba, para bien o para mal. Vi que todo lo que había sucedido en mi vida había sido perfectamente diseñado para mi propio bien, por la mano infinitamente sabia y amante de Dios, no sólo incluyendo sino especialmente aquellas cosas que en su tiempo yo había pensado que eran las más grandes catástrofes. Vi que mis dos mayores remordimientos al morir sería cada momento que había perdido no haciendo nada de valor a los ojos de Dios, y todo el tiempo y energía que había perdido preocupándome de no ser amado cuando cada momento de mi existencia estaba sumergido en un mar infinito de amor, aunque no lo supiera. Vi que el significado y propósito de mi vida era adorar y amar a mis Señor y Maestro, en cuya presencia me encontraba. Quise conocer Su nombre, para poder adorarlo adecuadamente, y así poder seguir “Su religión". Recuerdo haber rezado en silencio “Dime tu nombre. No me importa si eres Apolo, y tengo que hacerme pagano romano. No me importa si eres Krishna, y tengo que convertirme en Hindú. No me importa si eres Buda, y tengo que ser budista. En tanto no seas Cristo y tenga que hacerme cristiano!” (Los lectores judíos pueden identificarse con esta profundamente asentada aversión al cristianismo, basada en la errada creencia que es el enemigo que está tras dos mil años de persecución de los judíos).

Él no me dijo Su nombre. Obviamente, yo no estaba listo para escucharlo, mi resistencia en ese momento todavía era demasiado grande. Pero supe, desde ese momento en adelante, el significado, propósito y meta de mi vida; y esa sensación no se ha atenuado o disminuido, aunque el estado inmediato de percepción pasó.

Cuando volví a mi casa, todo era diferente. Recuerdo llamar a mi madre y decirle “¡Mamá, tengo excelentes noticias! ¡Todo es verdad! Nunca mueres…” sólo para encontrar un silencio lapidario. Nunca se me ocurrió que ella no me creyera, después de todo ¡Yo lo sabía por mi experiencia directa! Aunque volví a mi consultoría, todo era diferente ahora, e inicié una búsqueda directa para encontrar a mi Señor y Maestro y Dios a quien había encontrado en la playa aquel día.

Como interpreté la experiencia como “mística", busqué inicialmente en el misticismo, lo que me llevó a muchos callejones sin salida. Antes de mi experiencia, no había tenido ningún interés en el misticismo ni en ninguna de las religiones New Age o prácticas de meditación o en el ocultismo, y esas fueron las primeras con que me encontré. Pasé algunos meses revisando esta dirección, esencialmente hinduismo disfrazado.

Pero cada noche antes de ir a dormir, decía una breve oración para conocer el nombre de mi Señor y Maestro y Dios a quien había conocido en la Playa. Un año después del día de la experiencia inicial, fui a dormir despuésde decir esa oración, y sentí como si me despertara una mano gentil en mi hombro, y acompañado a una habitación donde fue dejado solo con la más hermosa joven que podía imaginar. Supe sin que nadie me dijera que ella era la Bendita Virgen María. Me sentía completamente despierto (y mi memoria es como si hubiera estado despierto), aunque estaba soñando. Recuerdo que mi primera reacción, estando ahí impresionado por su presencia y grandiosidad, fue ¡al menos yo supiera el Ave María para poder honrarla! Ella ofreció responder cualquier pregunta que tuviera. Recuerdo haber pensado qué preguntar, hacer las preguntas, y sus respuestas. Luego de hablarme un poco más, la audiencia terminó. Cuando desperté a la mañana siguiente, estaba perdidamente enamorado de la Bendita Virgen María, y supe que el Dios que había conocido en la playa era Cristo, y que todo lo que quería era ser tan cristiano y tan buen cristiano como fuera posible. Todavía no sabía nada acerca del cristianismo, ni la diferencia entre la Iglesia Católica y cualquier de las cientos de denominaciones protestantes. Me tomó otros dos años encontrar mi camino a la Iglesia Católica, guiado por mi amor y reverencia a la Bendita Virgen María.

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