lunes, 23 de enero de 2017

Obispo luterano con 150 parroquias a cargo se hizo católico: el cardenal Ratzinger le dio un consejo


El testimonio de Joseph Jacobson y su esposa Carolyn, de Canadá

Obispo luterano con 150 parroquias a cargo se hizo católico: el cardenal Ratzinger le dio un consejo

Joseph Jacobson, ex obispo luterano, hoy sacerdote católico, y su esposa Carolyn


Joseph Jacobson y a su esposa Carolyn hoy son católicos en Canadá, y de hecho él es sacerdote (por una dispensa especial de Roma), pero hace unos años él era obispo luterano y pastoreaba a unas 150 comunidades luteranas repartidas por todo el territorio canadiense de Alberta, una zona más grande que toda España y Portugal juntas, con unos 200 clérigos a su cargo. En el programa "Cambio de Agujas" de HM TV han contado como fue su viaje espiritual hacia el catolicismo. 

Obispo luterano con 150 parroquias a cargo se hizo católico: el cardenal Ratzinger le dio un consejo

Luterano, hijo de pastor luterano

Joseph Jacobson no solo fue obispo luterano: también era hijo de pastor luterano, un hombre devoto, compasivo y enamorado de Cristo. 

“Él predicaba el Evangelio estupendamente, y lo vivía  muy bien. Servía en parroquias bastante grandes casi sin ayuda. Estaba muy entregado a sus fieles, éramos una familia muy feliz”, recuerda de su infancia. 

Cuando aún vivían en Estados Unidos, a los 13 o 14 años, una tarde, Joseph, leyendo el Evangelio bajo un árbol, en un parque, comprendió sin duda que quería dedicar su vida  ahacer como su padre: es decir, "compartir el Evangelio con otras personas, ayudar a los demás a  conocer a Jesús, y ser parte del proceso de integrar a las personas en esta familia".

Joseph estudió en la Universidad de Saint Olif, una institución luterana de Minnesota (EEUU). Luego pasó dos años en Estrasburgo (Francia) y de regreso a EEUU completó sus estudios como pastor. Dos semanas más tarde, Joseph y Carolyn se casaron. 

Veinte años de pastor en varias parroquias
Durante veinte años, Joseph estuvo al servicio de cuatro parroquias distintas, unas en el campo y otras en la ciudad. En el año 1980, llevando una vida tranquila como pastor de dos pequeñas parroquias de campo, le dieron una sorpresa: le habían elegido obispo de una nueva congregación de comunidades luteranas, el Sínodo Nuevo de Alberta, en Canadá. A las 11 le avisaron y a las tres de la tarde lo consagraban obispo luterano. 

Tenía a su cargo unas 150 comunidades, casi 200 clérigos, una universidad, algunos hospitales y otras instituciones repartidas por un territorio mayor que la Península Ibérica. 

Él se esforzaba mucho en diseñar una iglesia más pastoral. También se le encargaba representar al luteranismo en unos diálogos con católicos en Canadá que tenían lugar dos veces al año.

“Este diálogo fue muy importante para hacerme caer en la cuenta de que había otra alternativa a las posibilidades luteranas para ser iglesia. En este tiempo, según lo que iba viendo, esa posibilidad luterana estaba deshaciéndose por momentos”.

Un mundo hostil... y el luteranismo se defiende mal
Pasaban los años y veía que el luteranismo, y buena parte del protestantismo, estaba mal organizado para poder frenar una cultura hostil, mundana. anti-vida y anti-familia. "Cuando las constituciones [de una iglesia protestante] se anulan por los votos de la mayoría en una convención, automáticamente tú tienes que cambiar de dirección según los vientos de los tiempos, en vez de lo que marque el viento del Espíritu". 

Él pensaba que en la Iglesia Católica había mucha mayor resistencia a estos "vientos" de la opinión social, a las presiones mundanas. Una y otra vez reflexionó acerca de cómo lograr una iglesia luterana a la vez fiel y participativa. "Yo lo intenté una y otra vez: a través de la gente, luego a través de los líderes, y es que… fue imposible. La cosa es que cuando la gente tiene poder, como dijo un obispo, es imposible ya quitarles este poder”. 

“Por ejemplo, la opción de mantenerse firmes con el tema del aborto frente a la posición de las feministas radicales. O mantener una idea clara sobre lo que es el matrimonio verdadero, con todas las presiones que está sufriendo en nuestros días. Yo no podía soportar por más tiempo el formar parte de algo que a mí se me hacía una apostasía que iba en aumento”. 



Todo eso fue lo que lo acercó al catolicismo. Pero hacerse católico significaba causar dolor a su padre, a sus feligreses... y había luteranos conservadores que le iban a acusar de abandonar el barco en vez de luchar por defender la buena doctrina. Pero Joseph explica: “Todavía no lo entendía del todo, pero me di cuenta de que no teníamos defensa contra la cultura que nos rodeaba y sus normas. Y que esa cultura estaba invadiendo a la Iglesia luterana, y que la Iglesia luterana estaba haciendo suya su agenda”.

Un acercamiento a la Iglesia Católica
Su ingreso en la Iglesia Católica fue paulatino. Ya era buen amigo del arzobispo católico de Edmonton, McNeil. 

"Él estaba a punto de jubilarse. Carolyn me dijo: «¿Por qué no le invitas a comer y así aprovechas para hablar con él?» Así así lo hice. Casi al final de la comida, yo lo dije como por casualidad: «¿Sabes? Carolyn y yo hemos llegado al punto de creernos más católicos luteranos, que luteranos católicos. Somos católicos luteranos, nuestro compromiso es fundamentalmente católico. Quizás mantenemos alguna influencia luterana, pero lo seguro es que somos más católicos que luteranos. Me acuerdo que estaba a mitad de una cucharada de algo, y la devolvió a su plato. Me miró y me dijo: «¿Te he entendido bien?» (Risas). Yo le dije: «Sí, me has entendido bien. Yo ya no tengo ninguna razón para no hacerme católico. De hecho, llegados a este punto, me lo está exigiendo mi conciencia»”.

Y el arzobispo le preguntó: “Si la Iglesia (Católica) te pidiera que tú fueras sacerdote, con el permiso del Santo Padre, ¿tú estarías dispuesto a serlo?” Joseph tenía 58 años en esos momentos. Su respuesta fue de disponibilidad plena e lo que la Iglesia Católica le pidiera: “Yo le dije que sí, si así lo quisiera la Iglesia. Yo no iba a empujar el tema, pero si fuera decisión de la Iglesia, yo estaría encantado de hacerlo”.

Varios años de laico... y, después, sacerdote
Durante varios años Joseph fue un simple laico católico. Pero después de nueve años el nuevo arzobispo, el cardenal Cullins, lo ordenó. "Ganamos mucho con ser laicos durante esos años en una parroquia pequeñita. Aprendimos muchas cosas. Leímos juntos el catecismo, de principio a fin. Leímos muchas cosas que uno no hubiera tenido tiempo de leer y absorber, si hubiera estado activo en el ministerio sacerdotal”.      

Un consejo del cardenal Joseph Ratzinger
Joseph fue finalmente ordenado sacerdote en 2007, a la edad a la que mucha gente se jubila. Recordó siempre un consejo que le había dado años antes, al plantearse la posibilidad de ser sacerdote, el entonces cardenal Ratzinger: “Me dijo: para empezar, tienes que tener el acuerdo total de tu mujer. Luego tienes que saber que tu vocación primaria es la de ser esposo y padre, y que tu vocación secundaria es ser sacerdote. Por eso, no puedes servir como sacerdote de tal manera que descuides tu vocación de padre y de esposo”. Es lo mismo que se dice, por ejemplo, a los hombres casados que son ordenados diáconos permanentes.

Él mismo, como obispo luterano con casi 200 clérigos casados a su cargo, había visto lo difícil que era combinar el servicio pastoral y los deberes familiares. "Es un problema real. El Cardenal Ratzinger dio en la diana”.

Una nueva plenitud al predicar
Como sacerdote católico ha encontrado una nueva plenitud doctrinal y en la predicación. Cuando eres protestante, explica, "predicas el Evangelio básico, y luego, ¿qué pasa? Tú, como protestante, no sabes lo que viene después. Pero como católico, hay todo un mundo que viene después. Quizás esto no tiene sentido para los que me oyen, pero esa ha sido mi experiencia. Como sacerdote católico experimento que nunca que se agotan las gracias para poder ofrecer a la gente, o los lugares para poder llevar a la gente, y poder ser fieles al Evangelio. Esto ha sido una alegría inmensa para mí.  Y sentirme todo el tiempo realizado como persona, ese sentimiento fue enorme”.

Además, el protestantismo pierde, dice, "muchísimas experiencias y riquezas católicas: el misticismo, la tradición de los místicos, toda la tradición mariana, los santos, todo lo que es la Iglesia universal”.

Por ejemplo, respecto a la Virgen María, comenta: “Me identifico muchísimo con el punto de vista de Hans Urs von Balthasar. Él dice que Dios nos ha dado dos pilares para mantenernos fieles al Evangelio, uno es Pedro, y el otro es María. Y si pierdes uno, o los dos, no puedes mantenerte en el camino de la fidelidad. Y empecé a entender eso de una manera nueva. También empecé a sufrir por mis hermanos protestantes que ellos no tienen ni uno ni otro pilar. No tienen ni a Pedro ni a María".

Carolyn y Santa Faustina Kowalska
Por su parte, su esposa Carolyn, explica que ella había estudiado el Catecismo en esos años y podía asentir con la mente aunque le faltaba asumir esas cosas en su corazón. Pero en un mercadillo de segunda mano compró, muy barato, el Diario de la Hermana Faustina Kowalska (aún no era "Santa Faustina"). "Tenía el imprimátur y también el nihil obstat, entonces pensé: vale, pues esto lo voy a leer. Lo leí y me quedé asombrada. Entendí así de poco de todo el contenido, o sea, casi nada. Pero solo ver cuánto ella amaba a Dios… Allí realmente empezó mi cambio de corazón. Pero la cosa difícil para mí en este cambio fue la soledad".

"Empezamos a leer muchos libros sobre conversiones. Eso  ayudó luego con nuestros hijos, y sus cambios también. Pienso que siendo una mujer, mi cambio fue un poco más emocional, en comparación con alguien que veía de manera muy clara las cosas. Creo que nunca lo hubiera hecho sola, sin mi marido, porque yo no tenía esa valentía, porque me exigía mucha valentía. Yo le he dado las gracias a Joseph muchas veces por darme este valentía para poder recorrer ese camino también”. 


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