domingo, 16 de abril de 2017

¡Qué gran noticia!



¡QUÉ GRAN NOTICIA!

Por Javier Leoz

Se mantiene todavía encendido el rescoldo de la Vigilia Pascual: ya no hay muerto, sólo hay vida. No hay oscuridad, todo es luz. La gracia ha vencido al pecado y la libertad a la esclavitud. No es poesía ni bonitas palabras. Jesús nos ha dejado profundamente marcados a todos. Su paso no nos ha dejado indiferentes y, su resurrección, ha marcado también un hito en la historia de la humanidad. Ahora, esa humanidad, tiene oportunidad de engancharse a esa Buena Noticia que, además, nos pone en marcha hacia la fiesta celestial. ¡Aleluya! ¡Festejemos, acojamos y demos testimonio de esta Buena Nueva!

1.- Como Iglesia gozamos, cantamos y expresamos lo que sostiene la razón de ser de nuestro cristianismo: Cristo ha resucitado. Creemos, desde lo más hondo de nuestras entrañas y por los testimonios que nos han llegado hasta nosotros, que Jesús surge victorioso e invencible de la muerte. ¿Pero ya interesa al hombre de hoy deshacerse de ese gran enigma? ¿Busca respuestas o sólo pone sordina a esa situación que tarde o temprano llega?

El milagro de la Pascua es que, además de poner a la muerte en su sitio, Cristo nos traslada vida divina y eterna para todos. Eso es lo que hemos de transmitir, sea como sea, allá donde estemos los heraldos del evangelio y los cristianos que sabemos que nuestra fe no está fundamentada en la muerte sino en la vida resucitada de Cristo.

Hemos de dejar atrás los caminos penitenciales de la cuaresma. Ellos tenían como objetivo aligerarnos de aquellas cargas que nos impedían subir a la cima de la Pascua. Ahora, después de la cuaresma, estamos celebrando el fin de ella: el acontecimiento más extraordinario de Jesucristo a su paso por nosotros con su Resurrección.

2.- En medio de tantos motivos que tenemos para llorar o para el pesimismo la vida resucitada de Cristo nos trae una nueva primavera. El tronco viejo del mundo, al que nosotros estamos tan apegados, reverdece ahora y florece con otros aires: ¡Ha resucitado! ¿O es que las estructuras de nuestro mundo no necesitan un poco de alegría y de ilusión, de futuro y de coraje? El Domingo de Pascua nos invita a renacer con Aquel que ya ha renacido. Nos empuja a vivir ya desde el suelo para el cielo. La gloria de Jesús, al resucitar, será atraernos y llevarnos al encuentro definitivo con el Padre. ¡Aleluya, hermanos, por tan gran noticia!

3.- En el Domingo de Pascua, Jesús que ha jugado todo a una carta, gana la partida y lejos de hacerse con el triunfo para sí mismo lo pone a disposición de todos nosotros. ¿Cómo no recibir tal triunfo cuando, a penas, nos ha costado nada? ¿Cómo no agradecer a Jesús su sufrimiento, su madero, su sufrimiento o su muerte que nos redime de nuestra propia muerte?

¡Feliz Pascua de Resurrección hermanos! ¡Feliz y santa noticia! Ahora no nos importará morir un poco sabiendo lo mucho que nos espera. Ha resucitado el Señor y, su Palabra, se ha cumplido a pie de letra. Que todo ello sea nuestra fortaleza (la necesitamos), infunda en nuestros caminos la alegría (andamos muy escasos de ella), aliente nuestra esperanza (vivimos tan desasosegados) y contribuya a ser fieles en esta gran Verdad que la Iglesia, nuestros sacerdotes, nuestros padres, nuestros catequistas, religiosos, cofradías, hermandades y hasta la misma religiosidad popular nos han transmitido hasta el día de hoy: ¡Todo esto es porque Cristo ha resucitado! No lo olvidemos. ¡Feliz Pascua de Resurrección! ¡Cristo ha resucitado!

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